“Pero
lo que crea problemas al hombre no es la muerte, sino el saber de la
muerte.”(Elías, 1982: 11)
El
concepto que el hombre tiene sobre la muerte es muy limitado, existen muchas
interpretaciones sobre la misma, tomado como un tabú en el siglo pasado y como
una dicha en algunas culturas. Sin embargo, a pesar del esfuerzo del hombre por
entender y tratar de explicar este fenómeno natural aún no se logró consolidar
una sola perspectiva que ayude directamente al humano a aceptar tal hecho. Para
la mayoría de las personas, sobre todo en el área urbana, la muerte no es más
que pérdida, una que provoca un dolor incomparable, profundo y duradero. Es
claro que hoy en día nadie está listo para perder a alguien.
Como
ya se había mencionado existen otros tipos de concepción e interpretación sobre
la muerte muy diferentes a los que usualmente conocemos como lo expone Víctor
Turner (1967), que estudia en su libro “el universo de símbolos”, donde expone
primeramente un enfoque simbológico en el contexto “ritual” y posteriormente el
mismo enfoque simbológico en el contexto social. Turner en esta investigación
explica como el humano con el pasar del tiempo inventó diferentes formas de
simbología que, en el contexto mencionado representan muchas veces el deseo de
las personas de no separarse de su familia por completo. Ejemplos como todos
santos, las veladas, el entierro, la misa de ocho días después de un
fallecimiento, el cabo de año entre otros solo demuestran el aferro que las
personas tienen hacia los fallecidos.
El
sociólogo ingles Geoffrey Gorer (1963) hace aproximadamente 55 años señaló como
la muerte empezó siendo entendida como un tabú sustituyendo al sexo como
símbolo de censura. Antiguamente a los niños se les decía que nacían de un
“repollo”, pero asistían al velorio y/o a los entierros de una manera muy
tranquila y normal como si no interpelara en los niños. En la actualidad es lo
contrario, a los niños desde muy pequeños se les habla del amor y la
anticoncepción, pero es casi un delito que vean como algún familiar suyo deja
este mundo.
Es
cierto que muchas de las personas admiten la posibilidad de morir cuando
padecen de una enfermedad, sin embargo, muy en el fondo llegamos a sentirnos
inmortales. Un factor que ayuda a la creencia de que jamás moriremos es la
medicina o al menos pensamos que estas ayudaran a que nuestra vida sea
prolongada, muchas personas aparentemente tienen el pensamiento que los
trasplantes de órganos, la medicina genética, avances en clonación o terapias
rejuvenecedoras harán todo el trabajo y deciden descuidarse de familiares o
personas cercanas delicadas de salud y de sí mismos, hasta que finalmente la
muerte, entendida como perdida, es absoluta y empiezan a cuestionarse a sí
mismos y buscar un culpable que solo demuestra lo contradictorio e irónico que
es para muchos “vivir la vida al máximo”.
La
muerte es algo que debería ser muy natural, algo que no importa más que a unos
cuantos y que con el pasar del tiempo se olvida. Para la partida de alguien,
uno nunca puede estar preparado siempre es y será difícil. Tal como paso con un
familiar mío y uno de mis grandes amigos, mi abuelo Queno y Cristian. Mi abuelo
Queno tan diferente como él solo, con su barba singular muy tupida, unas de las
características que más recuerdo de él. Que por una inofensiva enfermedad como
la diabetes está como está, vivo por suerte pero no es él, es solo una sombra
de lo que era su cuerpo. Y Cristian, el no corrió con tanta suerte él no vive,
partió en un accidente de auto, con él siempre se podía pasar un buen momento y
divertirse. No es fácil perder a alguien y en esta etapa de la vida menos.
El
perder no es algo que se pueda aceptar fácilmente y el sentimiento es algo que
no se olvida por completo. Lidiar con esto no es fácil, para las personas más
cercanas es aún más difícil tanto para los familiares como para los amigos que
en algunos casos pueden llegar a sentir un vacío más grande y profundo, la
pérdida no siempre es muerte pero duele de la misma manera. En primer lugar,
esta Cristian que si murió. En segundo lugar esta mi abuelo Queno que no está
muerto pero tampoco vive. Ninguna de las dos maneras de pérdida es fácil de
comprender, el dilema de la muerte está más allá de la concepción humana por lo
que siempre será doloroso perder a alguien y más complejo aun saber que jamás
volverá.
“hasta
la forma en que utiliza la expresión los “muertos “es curiosa y reveladora.
Suscita la impresión de que las personas muertas siguen existiendo en algún
sentido; no meramente en el recuerdo de los vivos, sino con independencia de
estos. Pero los muertos ya no existen. O existen, como hemos dicho en la
memoria de los vivos” (Elías, 1982: 43)
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